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Entre la pintura y el concepto Exposición autobiográfica por la producción de Diego Santos desde mediados de los ochenta hasta la actualidad. Pintura, escultura e instalación. Diego Santos. Sala Alameda. Málaga. C/ Alameda Principal, 19. Hasta el 20 de mayo de 2001. Es
esta una exposición en la que el progresivo descubrimiento de sus contenidos,
el arduo encuentro con el unitario discurso estético que la sustenta,
contradice abiertamente la impresión inicial, la apariencia bajo la que se
oculta y disimula su propósito. Planteada por el propio autor, el artista y
diseñador Diego Santos (Málaga, 1953), como un selectivo recorrido autobiográfico
por la producción realizada desde mediados los años ochenta hasta el momento
presente, está rotulada bajo el significativo epígrafe de Decodrama, es
decir, un término que, por no usar los más habituales de «ambiente» o «instalación»,
enfatiza el carácter teatral y escenográfico de las piezas exhibidas. Diego
Santos ha querido mostrarnos su obra anterior y reciente entendida como una obra
única, o, si se quiere, como los distintos movimientos de una misma sinfonía,
pero ofreciendo siempre indicaciones muy precisas acerca de cuál es el medio
donde trabaja, cómo vive y cuáles son los objetos que le rodean, así como
desvelando sutilmente las innumerables complicidades y guiños de todo su
trabajo con las artes plásticas, la arquitectura y el diseño del siglo veinte.
Si hubiese que situar esta exposición bajo un enunciado teórico, podría
decirse que gira y oscila entre dos polos que, a estas alturas del itinerario
estético de la modernidad, se han revelado como complementarios: de un lado, la
reflexión, el concepto, la escueta y desnuda presencia del signo icónico, la
tautología del objeto en sí; de otro, el dibujo, la pintura, la plasticidad de
las formas y de los materiales. De
Art Idea
(una pieza que sirve de preámbulo a la muestra y cuyo contenido es el
desarrollo que es susceptible de desplegar el arte como idea, y donde, además,
el espectador descubre desde el principio el interés de Diego Santos por la
perfección técnica del acabado del objeto), Estudio
(escultura-instalación con referencias muy claras a las predilecciones estéticas
y mobiliario doméstico del autor) y Sobremesa en el MOMA (de nuevo con
citas cultas al mundo del diseño, pero también una recreación de situaciones
vividas), el recorrido nos lleva hasta una enorme sección titulada
A las cinco con Jean Cocteau, donde diversas piezas, la mayoría
de ese año tan intenso y fecundo para Diego Santos que fue 1987, rememoran el
libro y la exposición El estilo del relax, en cierto modo responsables
de la atención y protección que han merecido desde entonces algunos de los
edificios y objetos de diseño construidos y elaborados en la Costa del Sol
desde los años treinta, aunque particularmente desde los cincuenta. Junto a
otras instalaciones en las que, o bien se manifiesta la pura interioridad
subjetiva en forma de nueva escultura (Luz interna), o bien se recogen
pulsiones de claro contenido social (Puerta del Paraíso), y junto a
piezas que destacan el papel del artista en la sociedad y la dialéctica del
triunfo y del fracaso (Antihéroe), o prefieren homenajear simultáneamente
a diversos creadores de la vanguardia (Mujer sola), sobresalen dos
enormes carboncillos sobre papel (Contenedores de vacío) que, con su
refinada técnica, reflejos especulares y sutiles juegos de luz y sombra,
constituyen una encendida declaración a favor de la pintura. ©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de mayo de 2001
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