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S Julião Sarmento o la pintura dibujada Pintura, escultura, collage y vídeo. Julião Sarmento. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 6 de marzo de 2011.
La producción de los diez últimos años de Julião Sarmento (Lisboa, 1948), que es lo que se ofrece en esta muestra, incide en sus recurrentes obsesiones y preocupaciones intelectuales y artísticas: la memoria, el deseo, el erotismo, el desdoblamiento y la narración de los propios sentimientos respecto al mundo, presentándolos de la forma que viene siendo habitual en él y que, a su vez, es consustancial a buena parte de la expresión artística de la contemporaneidad, a saber, de un modo fragmentario. Sarmento es plenamente consciente de la pérdida de la unidad del cosmos y del hombre que define a los tiempos posmodernos, mejor aún, a la época de la globalización, de la ausencia del sentido y de la enajenación del individuo en un mundo en el que cada vez se reconoce menos. Pero hay que intentar, con nuestras limitadas posibilidades, dar cuenta de ese estado, contarlo, para, así, otorgarle un cierto orden a nuestra frágil existencia. Sarmento atiende a la vez a las necesidades del espíritu y a las de la carne. En algunas de sus composiciones parecen resonar las palabras de Gertrud, el personaje de Dreyer: «Yo creo en la voluptuosidad de la carne y en la irremediable soledad del alma». Es como moverse entre San Agustín y Sade. De ahí que no quepa extrañeza de su entusiasmo por Bataille y por la heterodoxia del pensamiento. A Sarmento le agrada la transgresión. Pero no es exactamente un rebelde. La transgresión, en él, es sinónimo de desasosiego, de incomodidad, de insatisfacción. Otro autor que también le interesa, como puede advertirse al aparecer el término «desasosiego»: Pessoa. En definitiva, a Sarmento le interesa sobremanera la literatura; es más, no le importa que su obra posea una apariencia literaria, que haya en ella una vocación narrativa. Sin embargo, se trata en muchas ocasiones de una obra sumamente conceptual, con presencia de textos, incluso de textos que ocupan una composición entera, que podría recordarnos ciertos trabajos de Kosuth. Pero el conceptualismo de Kosuth es tautológico, encerrado en sí mismo, mientras que en Sarmento siempre hay una relación con las aspiraciones y deseos del sujeto concreto, con sus limitaciones y conquistas. La noción de fragmento también procede en su caso del cine, un arte que incorpora en sus obras a veces a modo de homenaje, especialmente el cine norteamericano de los años cuarenta y cincuenta, que se nota que le encanta, lo cual es hoy algo políticamente incorrecto. Determinado análisis feminista ha pretendido demonizar ese cine, que, no obstante, es eterno e intemporal. Junto con la idea de fragmento, y de ahí, por ejemplo, que sus representaciones femeninas aparezcan sin cabeza, el otro recuso plástico mejor empleado por Sarmento es la línea y la silueta, de manera que pareciera que hace pintura dibujada, una pintura que semeja ser una huella, una impronta de un pasado cercano o remoto; en cualquier caso, una presencia poética y distante de los recuerdos, de la experiencia de estar en el mundo. Todo ello se hace tridimensional en sus instalaciones y esculturas, que ahondan en la extrañeza frente a la realidad y en la dificultad para el autoconocimiento.
© Enrique Castaños Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 5 de febrero de 2011.
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