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Naturaleza y artificio Instalación, objetos y pintura. Carlos Schwartz. Más luz. Galería Javier Marín. Málaga. C/ Duquesa de Parcent, 12. Hasta el 13 de enero de 2007. El título de esta individual de obra última de Carlos Schwartz (La Laguna, Tenerife, 1966) coincide completamente, y es probable que no sea una mera casualidad, con las postreras palabras que se acertó a entender de Goethe en su lecho de muerte: «Más luz». Pero mientras en el autor alemán esos dos vocablos podrían interpretarse como una metáfora de ese ansia infinito de conocimiento que le acompañó durante toda su vida, y de la que es inmejorable ejemplo su insondable Fausto, en el artista canario nos encontramos ante una reflexión acerca de la confrontación entre lo natural y lo artificial, entre la iluminación proporcionada por la pura tecnología, que no permite adentrarse en el ser, y la naturaleza primordial, precisamente lo opuesto al fetichismo de la mercancía y a esa impostura que es la banalidad del mero artificio. Carlos Schwartz es heredero de diversas tradiciones de la neovanguardia, desde el assemblage y el arte objetual en su versión neodadaísta hasta el arte conceptual. Él, por ejemplo, usa los tubos luminosos de neón en una dirección distinta a como los empleó Rudi Stern en sus ambientes psicodélicos, pero sí ofrecen cierta relación con el uso que hizo de ellos Joseph Kosuth en el conceptual tautológico. Asimismo, está algunas veces próximo a ciertas obras de Pier Paolo Calzolari y de Mario Merz en las que se empleaba el neón para confrontar la tecnología con materiales naturales. Por último, su objetualismo neodadaísta presenta concomitancias con determinadas obras de Kurt Stenvert y Wolff Vostell. La concepción de la luz como símbolo por parte de Carlos Schwartz, recuerda la simbología de la luz en una época de transición del pensamiento, aquella que corresponde a la gnosis, que, según Le Roux-Guyonvarch, extenderá el dominio estrictamente moral de este simbolismo, especulando sobre el antagonismo de una luz celeste primordial y una potencia sobrenatural de las tinieblas. Una pieza como Vector, formada por un tubo fluorescente de luz blanca que atraviesa una silla con estructura de metal, incide sobre la artificialidad del espacio cotidiano. Más sintomática, sin embargo, de la dualidad irreconciliable a la que nos referíamos al principio, es la obra Nido, formada por un nido de pájaro sobre un taburete-mesa de metal alumbrado por la luz que emana de una bombilla suspendida en lo alto. Por el contrario, en otra pieza de resonancias neodadaístas y directamente vinculada al assemblage, titulada precisamente Más luz, donde vemos una carcasa del parachoques de un coche atravesada por tubos fluorescentes también de luz blanca, percibimos un lejano eco como de una gigantesca embarcación varada, quizás una metáfora de la encrucijada en la que se halla nuestra civilización occidental. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de diciembre de 2006
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