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Símbolos naturales Pintura y dibujo. Ilias Selfati. Taller Gravura. Málaga. C/ Coronel, 3. Hasta el 12 de marzo de 2003. Desde hace varios años la
obra de Ilias Selfati (Tánger, 1965) es un notable ejemplo de concisión,
economía de medios, expresividad y significado simbólico de validez universal.
Seleccionado en diversas ocasiones en los Premios Nacionales de Grabado que
concede la Calcografía Nacional de Madrid, Selfati maneja con la misma soltura
y dominio técnico el grabado, el dibujo y la pintura, consiguiendo siempre una
inusual conjunción de intensidad poética, exquisita factura y sencillez en los
temas, que suelen ser motivos directamente extraídos de la naturaleza salvaje y
virginal, aún no contaminada por la acción del hombre. Entre aquellos temas,
el más característico sin duda es el del caballo, símbolo arquetípico y
fundamental de innumerables culturas y civilizaciones que Selfati, además,
trata en íntima correspondencia con la idea de dualidad, o si se quiere, con la
idea del lenguaje binario de la forma. Pero en primer lugar hay que referirse a
la desenvuelta fluidez de la línea de su dibujo, a su uso ambivalente de las
tintas planas y de la mancha, a su profunda inclinación por lo curvilíneo, a
su capacidad de síntesis naturalista, a su interés por la idea de superposición,
contraposición y simetría. La técnica más empleada entre las piezas que integran la actual exposición es la de la tinta negra de imprenta sobre papel, con lo que se acentúa el contraste entre el negro y el blanco, así como entre la densa forma plana de los cuerpos de los caballos y la amplísima superficie vacía del papel. Otro rasgo sobresaliente es que estos caballos son símbolos y arquetipos generales, en los que, desde el punto de vista estrictamente plástico, se deposita un legado artístico que lo mismo hace referencia a las pinturas naturalistas del Paleolítico Superior que a la síntesis expresiva de algunos de los principales representantes de la vanguardia histórica del primer tercio del siglo veinte. A veces, sobre todo cuando los caballos están entrelazados en grupo, parecen dromedarios congregados en medio del desierto, o bien sus lomos nos recuerdan los nítidos perfiles de las montañas africanas desgastadas por la erosión de la lluvia y del viento. En otras ocasiones, la exacta correspondencia entre las dos mitades enfrentadas parece ponernos delante de una mancha de tinta del test de Rorschach.
© Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 3 de marzo de 2003
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