|
Jane Simpson reflexiona sobre el paso del tiempo Escultura. Jane Simpson. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 23 de enero de 2005. La artista británica Jane Simpson, nacida en 1965 y dada a conocer en la polémica exposición colectiva Sensation que, a principios de los noventa, lanzó al panorama internacional a los llamados «Young British Artists», se distinguió desde el principio de sus efímeros compañeros generacionales por plantear una propuesta más atemperada, más volcada hacia la intimidad, lo cotidiano y la presencia física de los objetos. Aunque esta muestra que presenta en Málaga, y que recoge obras muy recientes, haya querido relacionarse con los tableaux vivants que tienen su origen en la Antigüedad clásica y se desarrollaron en el Renacimiento y el Barroco, vinculación que se justifica por la «presentación» que Simpson hace de los objetos que emplea en su trabajo, en realidad sus intervenciones suponen ante todo una reflexión sobre el paso del tiempo, la imprevisibilidad de los acontecimientos y las contradicciones que definen la esencia de la condición humana, metafóricamente insinuadas aquí por las características físicas del principal material usado en sus obras. Este material es el hielo, con el que cubre, mediante sencillos dispositivos de refrigeración, lámparas, mesas, vasijas, rejas y cualesquiera otros objetos que rodean nuestra existencia inmediata, adaptándose siempre el hielo a las características de la pieza congelada. Aquella cualidad imprevisible deriva de la imposibilidad misma de controlar por completo el proceso de refrigeración: a los objetos congelados les afectan los cambios de temperatura del espacio donde se encuentran, el calor corporal, la humedad ambiente, etc. En cuanto a las cualidades contradictorias del hielo, metáforas de la naturaleza del hombre, está su capacidad de conservar y de petrificar, su vulnerabilidad y delicadeza y su facultad de resistencia y de destrucción, su carácter transitorio y, al mismo tiempo, impenetrable. Estos contrastes pueden observarse en una escultura como Tivoli, una construcción de acero inoxidable y hormigón reforzado con fibra de vidrio cuya forma se inspira muy vagamente en un sillón victoriano para enamorados, pero con la particularidad de que el respaldo está ocupado por una capa de escarcha provocada por un sistema de refrigeración, con lo que se hace imposible su uso, produciéndonos impotencia e inquietud. Aún más frustración nos provoca una pieza como Virgin Queen, un impoluto sofá Chesterfield de cuero blanco que funciona como una escultura pura, pues está completamente prohibido sentarse en él, despertando su visión en el espectador angustia, ansiedad y deseos que no puede satisfacer. Junto a esta pieza, también hay otras en la exposición en las que se prescinde de la presencia del hielo, como en ciertas composiciones consistentes en un conjunto de tarros, vasijas y frascos de porcelana, cristal, madera lacada y silicona que, formando un bodegón, se sitúan encima de una pequeña repisa adosada a la pared de la sala, obras que, además de la investigación y la importancia concedida a los materiales en sí mismos, están rindiendo un homenaje a la pintura de Morandi, a ese descubrir la trascendencia en los objetos sencillos. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 7 de enero de 2005
|