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Retorno a la naturaleza La pintura de Soto Mesa consolida su vuelta al mundo de la naturaleza a través de inconcretas formas orgánicas Pintura. Francisco Soto Mesa. Galería Reding. Málaga. Paseo de Reding, 43. Hasta el 18 de noviembre de 1999. Más aún que sus últimas exposiciones individuales, esta muestra de Francisco Soto Mesa (Madrid, 1946) consolida la inesperada vuelta al mundo de la naturaleza que empezó a vislumbrarse en su pintura durante el bienio 1989-1990. Profundamente influido en sus años de formación por la directa enseñanza recibida del pintor Rafael Martínez Díaz, por la lectura de algunos textos fundamentales de la literatura artística contemporánea, como por ejemplo el vibrante, didáctico y luminoso Tratado del Paisaje de André Lhote, y por el repentino encuentro con la obra de ese paisajista esencial y descarnado que es Godofredo Ortega Muñoz, la pintura de Soto Mesa se desenvuelve durante la segunda mitad de los setenta dentro de un realismo naturalista que, lejos de interesarse por los efectos del instante y por las impresiones puramente sensoriales, se preocupa ante todo por la ordenación de los elementos y su estructura compositiva. La necesidad de una mayor simplificación le lleva a partir de 1980, periodo en que su atención se concentra en el paisaje urbano, a esa «fría estilización» y «geometrización abstracta, constructivista incluso», a las que se ha referido Simón Marchán al hablar de la serie Madrid-ventanas (1984-85), verdadero punto de inflexión en la trayectoria de Soto Mesa que supone el inicio de una rigurosa investigación en torno a la geometría pura y el color plano. Sin
embargo, después de haber participado en exposiciones tan emblemáticas del
reciente arte normativo de nuestro país como fueron Constructivistas
españoles (1987) y Arte geométrico
en España 1957-1989 (1989), Soto Mesa experimenta a partir de esta última
fecha una intensa necesidad de renovación plástica que le conducirá
precisamente a aquella misma naturaleza que había protagonizado su discurso
anterior, al principio todavía sujeta al imperativo estructural de la forma, al
contorno de la línea y a la representación plana del color, pero depurada ya
desde ese mismo instante, consecuencia sin duda de su paso por la abstracción
geométrica, de referencias a la realidad visible y transmutada en fragmentos anónimos
e indefinibles de materia orgánica. En el momento actual estas formas se han
hecho algo más barrocas, han acentuado su origen orgánico y se han vuelto,
quizás por efecto del empleo de los primeros planos y la insondable negrura de
los fondos vacíos en los que parecen flotar, más misteriosas e inquietantes,
confiriendo así sentido a aquella «angustiosa sensación de calma pre-apocalíptica»
de la que hablaba Eusebio Sempere cuando se refería a los trabajos de Soto Mesa
de mediados los setenta, si bien lo que sobre todo se advierte en ellas es una
creciente densidad de la materia cromática y una sutil gradación de tonos de
color que pone de manifiesto un cálido y gozoso reencuentro con el ejercicio de
la pintura.
©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 13 de noviembre de 1999
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