|
El giro hiperrealista de Chema Tato Pintura. Chema Tato. Galería Alfredo Viñas. Málaga. C/ José Denis Belgrano, 19. Hasta el 27 de marzo de 1999.
Desde que su lenguaje empezara a definirse hacia mediados de los ochenta, Chema Tato (La Coruña, 1953) ha sido de manera continuada hasta 1995 un fiel intérprete de los principios estéticos y de la actitud ante la pintura que distinguieron a la llamada neofiguración madrileña a partir de mediados los setenta. Adepto ferviente de los soportes y técnicas tradicionales, su producción en ese periodo arranca con una visión posmoderna e irónica del paisaje del litoral malagueño, evoluciona poco después hacia temas de contenido bíblico y mitológico envueltos en una atmósfera de tenue ensoñación romántica y finaliza proponiendo una melancólica reflexión sobre la poética de las ruinas, el mito del Minotauro y la significación del laberinto cretense en el origen del discurso racional del pensamiento. En esta su cuarta individual hasta la fecha, Chema Tato recupera de nuevo la mirada sobre Málaga, cuya perspectiva desde el puerto o desde un punto casi al nivel del mar próximo a la costa convierte en protagonista absoluta de su pintura, pero lo hace dándole un acentuado giro estilístico en dirección claramente hiperrealista, esto es, realizando sus cuadros a partir de fotografías tomadas previamente por él mismo y reproducidas en el lienzo con notables dosis de virtuosismo y exactitud en los detalles. Sean de manera deliberada o fortuita, los resultados, en los que invariablemente se repite una línea de horizonte situada a gran altura, una estrecha franja de cielo sobre la que se recortan los edificios minuciosamente reproducidos y una amplísima y sosegada superficie de agua iluminada por múltiples destellos reverberantes, ofrecen una innegable similitud formal y de encuadre con las últimas composiciones en las que el histórico hiperrealista estadounidense Richard Estes representa Nueva York y la isla de Manhattan desde barcos que cruzan el Hudson o muy cercanos a la costa de Nueva Jersey. Aunque no alcanzan el industrioso artificio pictórico que entreteje el entramado de la imagen en los de Estes, en parte como consecuencia de una menor pericia técnica, pero quizás también por el empleo del acrílico en vez del óleo, los placenteros cuadros de Chema Tato, dominados por una gama de intensos azules y azules-verdosos, muestran una notable complejidad artesanal que, además de estar al servicio de una impresión mecánica, está sobre todo volcada en descifrar el imperturbable secreto del arte de la pintura.
©Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 15 de marzo de 1999
|