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Los retratos anónimos de Torregar Pintura. Torregar. Galería Casaborne. Antequera. Callejón La Gloria, 1. Hasta el 19 de julio de 2005. El trabajo inmediatamente anterior de Torregar, nombre artístico de José Antonio Torregrosa García (Ceutí, Murcia, 1978), estuvo centrado en retratar a personas maduras y de avanzada edad. Se trataba de óleos sobre lienzo en los que planeaba el recuerdo de los retratos de Lucien Freud. Personas anónimas, de condición social sencilla y humilde, con acusados surcos y pronunciadas arrugas en el rostro como consecuencia del paso del tiempo, seres que nos miraban fijamente sin esconder nada detrás de sus ojos. A través de sus miradas limpias y sinceras y de sus rostros ajados el pintor estaba denunciando esa tendencia de las sociedades occidentales hiperdesarrolladas a ocultar la ancianidad, a esconder a las personas mayores, pues pareciera como si la cosmética y la artificialidad se hubiesen adueñado del cuerpo, que siempre tiene que presentarse joven, terso y reluciente. En algunas obras actuales, por ejemplo en aquellas en las que representa ojos, la denuncia se puede hacer extensible a los medios de comunicación, advirtiéndose quizás un eco de ciertos planteamientos de la obra de Tony Oursler de finales de los noventa, por ejemplo aquella que se titulaba Los ojos, que más que estar relacionada con el tema de la personalidad múltiple e investigar cómo los medios incidían sobre las personas, expresaba una mayor crítica a los medios en general. Este es también el sentido de la pintura de Torregar en la que aparecen ojos, un órgano que escruta y analiza el presente, con el que termina siendo enormemente crítico. Pero la principal serie de cuadros que expone en esta ocasión Torregar son grandes bocas femeninas, de labios rojos y carnosos, bocas seductoras y sensuales que, en cierto modo, podrían interpretarse como sinécdoques de los retratos, es decir, donde la parte representa el todo. El cambio operado es significativo. En primer lugar, porque ahora el pintor se interesa por mujeres jóvenes, sensuales y atractivas, concentrando en la boca muchos de los deseos, sueños y aspiraciones que tienen los individuos de la sociedad contemporánea. En segundo lugar, porque ha desplazado significativamente el objeto de su investigación en torno a la dualidad retrato-identidad, singularizándola en una de las zonas y partes más delicadas y eróticas del cuerpo, además de dotada de un profundo significado simbólico, pues es el símbolo de la potencia creadora y de la insuflación del alma, de un grado elevado de conciencia y de un poder organizador por medio de la razón. En esa dualidad se mueve la pintura actual de Torregar: entre los apetitos del deseo carnal y la fuerza capaz de construir, animar, ordenar y elevar, aunque quizás haya también una velada alusión a esa iconografía universal que lo mismo ve en la boca la puerta de los infiernos como la del paraíso. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 24 de junio de 2005
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