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Juan Uslé y la pureza de la pintura Pintura. Juan Uslé. Switch on / Switch off. Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 6 de enero de 2008. La primera palabra que probablemente acuda al entendimiento de cualquier espectador sensible que contemple esta fascinante exposición de obra reciente de Juan Uslé (Santander, 1954), sea la de «pureza». La pureza incontaminada de un pintor volcado en las posibilidades de la pintura, inmerso en la investigación de sus elementos específicos e intransferibles, desde la pincelada y el color, hasta el tratamiento del espacio, la línea, el ritmo y la estructura compositiva. Juan Uslé es un pintor culto, que ha recorrido un dilatado camino desde principios y mediados de los ochenta en adelante, un pintor cuyas referencias fundamentales quizá se encuentren en Barnett Newman y en la abstracción postpictórica, en Ad Reinhardt, en Morris Louis, en Kenneth Noland. Es un pintor que se entrega a representar fragmentos de la realidad sensible, externa, pero también aspectos relacionados con la imaginación, la memoria y el mundo de los sentimientos que anidan en él mismo. Su pintura, esencialmente abstracta, mantiene una sutilísima línea de contacto con la naturaleza y con la realidad. No desecha a estás por completo. Pero lo hace de un modo casi imperceptible. Los grandes cuadros de la serie Soñé que revelabas, de casi tres metros por dos, constituyen un ejercicio deslumbrante de delicadeza en la aplicación del pigmento, de matices del negro, de la idea de ritmo y repetición, pero sobre todo, gracias a su misterio y extraña espiritualidad, enlazan con ese romanticismo nórdico que precisamente estos días quiere verificarse en una exposición con argumento en Madrid en cuanto a su relación con cierta pintura contemporánea. Hay también en estas majestuosas composiciones de Uslé, que semejan ser campos o parcelas capturadas desde una gran altura, una peculiar alusión cinematográfica lejana, aunque tampoco puede descartarse esa sensación de encontrarnos ante los distanciados anaqueles y estanterías de una inmensa biblioteca, infinita, inabarcable. Esta sensación de infinito es otro rasgo de esta pintura, deudora del concepto de pintura all-over, es decir, aquella que se extiende más allá de los bordes de la tela, eliminando en parte el concepto de campo espacial, como en el expresionismo abstracto. Otra de las ideas más complejas aquí expresadas es la de la secuenciación del tiempo, pero no en relación al tiempo exterior, convencional, de la sociedad, sino en relación al tiempo interior, el del propio desarrollo espiritual y evolución personal. Por último, debe hacerse una mención a los cuadros más pequeños, intensamente cromáticos, «barrocos», si puede hablarse así, metáforas de la diversidad cultural de nuestro tiempo, pero sobre todo de la diversidad lingüística de la pintura. © Enrique Castaños Alés Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 12 de octubre de 2007
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