Incidir en la morfología de la pintura

Pintura. Matthias Weischer. In the Space Between (En el espacio intermedio).

Centro de Arte Contemporáneo. Málaga. C/ Alemania, s/n. Hasta el 16 de noviembre de 2008.

La producción de Matthias Weischer (Elte, Renania Septentrional-Westfalia, 1973) es una de las últimas derivaciones de esa tradición artística, específicamente alemana, que surge hacia mediados de los sesenta en la Alemania del Este, en parte como reacción al arte oficial subordinado al Realismo socialista, en parte como una línea de investigación independiente influida en algunos aspectos por aquél y por el formalismo, y cuyo primer capítulo lo representan los miembros de la Escuela de Berlín (Ernst Schroeder, Harald Metzkes), de la Escuela de Dresde (A. R. Penck) y de la Escuela de Leipzig (Werner Tübcke), embrión ésta última de esa otra Nueva Escuela de Leipzig a la que pertenece Weischer y de la que ya hemos podido ver en Málaga una estupenda muestra de Neo Rauch. La aparición en el escenario artístico alemán de los sesenta de la sorprendente obra de Baselitz, Gerhard Richter y S. Polke, los tres procedentes de la Alemania comunista, fue una profunda sacudida que continuó con el éxito internacional de los «nuevos salvajes» en los ochenta (Oehlen, Fetting, Kippenberger), aunque algunos estaban trabajando desde mucho antes, como Kiefer y Lüpertz.

Frente al Minimalismo y el Arte Conceptual, Weischer, en la línea de toda aquella tradición, quiere recuperar la pintura como modo de expresión personal, íntima, que, al mismo tiempo, implica Matthias Weischer. DER WEG. 2008. Óleo / lienzo. 180 x 280 cm. 12 partes (60 x 70 cm. cada una).una investigación conceptual y analítica en torno a la morfología del medio pictórico. Su punto de partida es la percepción de la realidad a través de la pintura, esto es, la observación del mundo circundante, que desde siempre ha dibujado incansablemente. A partir de ahí se origina una evolución, hoy en plena efervescencia, que hasta el presente ha tenido dos etapas principales. La primera está representada por los llamados cuadros de interiores, en los que resulta determinante la relación espacial entre los objetos, que ocupan un espacio deshabitado, vacío, desvinculado del espacio real, un espacio puramente conceptual que se inspiraba en fotografías de revistas y catálogos de mobiliario de los años cincuenta y sesenta. Este sólido desarrollo del espacio se ve acompañado, de un lado, de la presencia de la cita (por ejemplo, en el titulado Memling), y, por otro lado, de la importancia concedida al carácter táctil de la superficie del lienzo, lo que explica el excesivo sobrepintado. Sin embargo, el afán de exactitud, el sometimiento a reglas estrictas impuestas por él mismo, no da como resultado un trasunto de la realidad, sino, paradójicamente, una simulación, en parte porque evocan momentos personales, porque el espacio de la pintura se apropia de la experiencia y de las emociones del artista.

La segunda etapa, que comenzó hace un año o dos, ya estaba anunciada por un elemento de la primera: la ornamentación, convertida ahora en presencia del mundo de la naturaleza a través de los jardines. Son los jardines de Roma, que Weischer recorre en 2007 cuando, gracias a una beca oficial, se instala en Villa Massimo, sede de la Academia Alemana en la Ciudad Eterna. El reto del pintor es iniciar una nueva línea de investigación sin caer en la repetición de los lenguajes del pasado. La posibilidad de caer aquí, por ejemplo, bajo la órbita de Cézanne es muy grande. Por eso, Weischer hace algo nuevo: descompone el conjunto en sus partes constitutivas, fragmentándolo a modo de un puzzle. Unas veces, esa división le sirve para mostrar diferentes perspectivas en un mismo conjunto, pero otras veces se produce una interrupción, una dislocación de los elementos, que no encajan unos con otros, como las piezas de un puzzle que estuviesen mal colocadas. La explicación está en que a Weischer le interesa sólo el análisis del espacio, el enfoque de un fragmento de realidad, lejano o cercano, que es tanto como convertir a la naturaleza en objeto de una pura conceptualización.

© Enrique Castaños

Publicado originalmente en el diario Sur de Málaga el 31 de octubre de 2008